viernes, 15 de mayo de 2009

LOS JUEGOS DE LA CURADURÍA CONTEMPORÁNEA

Por Kenny Villar Azurín:
Tradicionalmente el termino “Curator” esta asociado a las actividades de determinados profesionales encargados de resguardar y conservar las colecciones en los museos.

En el terreno de las artes visuales, la curaduría se refiere a la serie de ideas y acciones que se requieren para montar una exposición.

Entre los protagonistas de las artes visuales, llámense artistas, coleccionistas, galeristas, museistas, publicistas, críticos, consultores de arte, los curadores se han convertido en la figura relevante, llegando incluso a desplazar al museólogo de su letárgica labor.

Tipos de Curaduria:
Amalia Castelli G. (2007), curadora peruana, define claramente la diferencia entre la curaduría museable y la curaduría creativa. Precisa la curaduría museable como aquella que vincula la acción laboral del curador de manera directa con la institución, donde puede formar parte del equipo de trabajo o en todo caso, participar como invitado según las circunstancias institucionales. Por otro lado cita al curador creativo, como aquel que ejerce libremente su oficio, sin ningún vínculo laboral con la institución.

Podemos remarcar esta misma distinción de otra manera: corresponde al primero la labor institucional; en los museos, encargado de diseñar políticas institucionales y planificar exhibiciones permanentes. Además esta bajo su responsabilidad la colección, evaluación y conservación de piezas de la institución.

Vale decir, el curador institucional, “es un continuador de un proyecto que comenzó sin el, en la recolección de obras, y que seguirá para la posteridad sin el. Debe ser fiel, leal y apegado a la misión de dicha institución. A mayor el tamaño y envergadura de la institución, existe un mayor numero de curadores especializados por departamentos”. (Pablo Ugarte, 2008).

En cambio los curadores independientes, legitiman su trabajo a través de la elaboración de un discurso personal, desarrollando muestras, haciendo textos críticos, catálogos y reseñas en publicaciones periódicas. Los curadores independientes ejecutan su investigación curatorial fuera de los márgenes institucionales. Es como presentar un proyecto o licitación a una entidad, acogerse al estamento y las condiciones que tienen con respecto al arte.

El curador independiente que opera en contextos muy competitivos en arte contemporáneo, es un especialista en disciplinas de Arte, Historia, Arqueología, Museologia, además de tener la capacidad de desarrollar tesis falsas y verdaderas. Es un profesional que se mueve en un terreno verdaderamente abrumador y tentativo.

La figura del curador independiente aparece ante la necesidad de acercamiento entre artista y público, pero podemos también afirmar que su surgimiento se debió a la necesidad de referentes estéticos viables; una forma de acercamiento intimo a espacios inviolables y ante la urgente necesidad de sistematizar políticas culturales en los sectores de primer orden. En un sentido totalitario, entendemos la acción curatorial como un mecanismo unidimensional que tiene por objetivo catalizar y canalizar la sensibilidad humana hacia un fin preestablecido.

Es demasiado evidente diferenciar la actividad de las dos estructuras curatoriales hoy en día; se podría sostener a la primera como un recurso cultural pasivo y a la segunda como un recurso cultural activo, figurativamente al menos en nuestro país, una es conservadora y la otra responde a una necesidad neoliberal.

Consideramos la curaduría independiente de gran interés, puesto que su labor se ajusta a la necesidad de conocer arte. La acción de la curaduría independiente esta más cerca de la dinámica y la consecuente realidad de la sociedad, su acción permiten entender, diferenciar y cualificar las distintas propuestas visuales, entender el horizonte evolutivo del arte y nos puede encaminar hacia un fin identidario en niveles competitivos de producción.

La curaduría independiente goza de cierta autonomía estructural. Artistas, galeristas y empresarios vinculados a la producción permanente de las artes visuales, han creado una fuerte dinámica en permanente retroalimentación.

Practica Curatorial:
Las discusiones en torno a la práctica curatorial y la figura del curador son parte de un debate reciente en el contexto mundial, debido a cambios estructurales dentro y fuera de la institución. Fue a finales de los años setenta e inicios de los ochenta en que la curaduría se impuso en el contexto latinoamericano, y que a partir de los noventa extendería sus acciones fuera de los museos, coincidiendo de este modo con el inicio de la transformación de la economía mundial, la política y la sociedad en los últimos veinte años.

“Es imposible pensar la practica curatorial si no tenemos en claro que estamos hablando fundamentalmente de un mundo que se ha transformado en términos del capitalismo tardío, en términos de la globalización, del tema de transferencia de las nacionalidades, en términos de la entrada de las artes visuales al territorio de las industrias culturales y la industria turística, etc.”. (Marcelo Pacheco, 2002).

La curaduría es una disciplina especializada y capacitada en desarrollar tesis sobre proyectos de muestra, la práctica curatorial concibe que toda exposición sea siempre una narración especializada, que ocurra en un espacio determinado y que dicha práctica implique un acto discursivo. En consecuencia, la noción de escritura, de narración y el discurso son tres elementos fundamentales en el terreno de la práctica curatorial.

Todo museo y/o galería importante en el mundo por lo menos tiene un curador. La ocupación del curador consiste en efectuar una propuesta expositiva basada en un tema concreto, cuya responsabilidad recae en resultados cualificables de un proyecto en particular.

El curador tiene la responsabilidad de definir el valor de la obra del creador; un mal proyecto puede llegar a debilitar, desfigurar y hasta podría llegar a destruir la imagen del artista. En ese sentido, el curador deberá seleccionar las obras, evaluar las condiciones del espacio donde poder montar la muestra, evaluar la tipología del público a quien estará dirigido la propuesta y considerar los medios de difusión.

El curador es quien determina la participación de artistas, su autoridad como mediador en el campo institucional le faculta evaluar carpetas y portafolios de los creadores. De este modo los artistas pasan por un filtro de selección para tener la posibilidad de desarrollar su proyecto bajo respectivos acuerdos y para que la institución avale su espacio.

Para el curador la selección de los trabajos tiene un fin justificable: generar una visibilidad clara, permitiendo que el mensaje sea coherente tanto en el nivel del montaje como en el nivel del soporte textual. En el texto explica la importancia de presentar tal o cual proyecto, evitando en lo posible que la gente divague menos ante la propuesta.

En ese sentido, el trabajo del curador debe de ser profundo, discreto y respetuoso, evitar las muestras donde las obras solo juegan un papel ilustrativo de ciertas ideas superfluas.

Para muchos curadores, montar el proyecto en el espacio genera que el arte se convierta en previsible, y en ese sentido comparten la acción de montar las piezas con los artistas con quienes trabajan, que lo asumen como un importante desafío. Cada pieza tiene que sostenerse independientemente en su interior y entre el próximo. Mantener el ritmo de las piezas artísticas es importante para favorecer no solamente al artista, al curador o al público, sino también a la propia institución (museo o galería).

Es cierto que el deleite y la comprensión de una obra de arte tienen que ver con cierta comprensión intelectual, por lo tanto el curador tiene que facilitar el goce de la experiencia estética a través de escritos y demás contextualizaciones, el curador actúa como un nodo al ubicarse – idealmente – en ese punto de equilibrio y un “provocador” al producir un pensamiento crítico y riguroso. Si la propuesta es retrospectiva o histórica su trabajo debe transmitir el espíritu de la época.

“El trabajo curatorial tiene que ser invisible y ético, durante el tiempo en que dure la muestra, solo en ese sentido el curador se transforma “…es un productor de infraestructura; como alguien que trabaja en los márgenes, alguien que en lugar de administrar disloca el sentido del cuerpo de los enunciados y que tiene en claro que no hay pretensión dogmática de crear un determinado principio de autoridad”. (Marcelo Pacheco, 2002).

La práctica curatorial no determina sino aloja relaciones de identidad entre la obra y el público. Solo se puede entender la práctica curatorial si tenemos en claro que toda exposición es un proceso, algo que esta ocurriendo, que se va conectando, interpretando y transformando en una enunciación en la totalidad de su sentido.

El curador debe de tener la cualidad de encontrar especialistas en un arte que aun esta emergiendo, una tarea difícil que creemos, al enfrentarse, a la creación descontrolada del arte contemporáneo, a veces caprichoso. En ese sentido, el curador deberá de ser un sujeto de la contemporaneidad, inmiscuirse en esa problemática, tener una abierta percepción para entender y categorizar las complejidades del arte, tener conocimiento de la historia y del contexto en que se produce.

No todo lo que quiere el artista puede montarse y no todo lo que pretende el curador puede ser interpretado, la idea de toda exposición y la idea de la práctica curatorial construyen una historia fija y son las determinantes en disipar fricciones y rencillas que puedan crearse entre curadores y artistas. Toda exposición es siempre una demostración pública que siempre esta dirigido a una segunda persona.

Cuando un proyecto deviene en un desliz, se recurre a diversos medios para justificar su equivocación. Por ello algunos expertos sostienen que la práctica y la responsabilidad curatorial deben estar dirigidos por profesionales que conozcan el oficio en su razonable dimensión y no así en manos de intrépidos improvisados:

“Existe una proliferación de curadores en el sentido mas bobo de la palabra, personas asumen ser jurados de un concurso, que se cargan de un ostentoso titulo de curador a la hora de colgar las obras seleccionadas en un espacio. O, peor aun, personajes cuya acción curatorial solo consiste en aceptar una propuesta de uno o varios artistas. En otros casos la acción curatorial es concebida por los artistas, creada por los artistas, armada por los artistas, diseñada por los artistas y, finalmente, montada por los artistas. Hay un abuso respecto a la figura del curador; hoy un buen bar o restaurante moderno no puede contar con un curador que se encargue de poner cuadritos en la pared para solaz de los comensales, hay poca humildad en todo eso y un abuso de falso profesionalismo de decoradores, interioristas y curadores”. (Andrés Duprat, 2002).

Esta opinión puede parecer autoritaria, si tan solo tomáramos en consideración nuestra realidad, donde las prácticas curatoriales son precarias; pero seguir armando propuestas curatoriales mediocres a estas alturas, no seria razonable desde el punto de vista profesional y ético, sencillamente porque no se estaría cumpliendo con el propósito que tiene el arte, de contribuir al fortalecimiento de la educación social.

Aparece el Crítico:
Por otro lado se habla del vínculo que tiene la crítica respecto al curador. Nosotros creemos que no es importante la participación de un crítico como elemento sostenible en una muestra de arte, porque el público no necesita de recetas subjetivas para interpretar una obra. Creemos suficientes la labor del curador en ese proceso de aproximación; sin embargo, vale evaluar lo dicho por el crítico neoyorquino Dave Hickey, al afirmar el discurso de la crítica como una opinión interpretativa de un “ciudadano particular” que lucha por ser oído en medio de una cacofonía de voces y opiniones y que el crítico no decide lo que vemos, sino que solamente discute lo que vale pena o no ver. Para terminar, Martha Noriega, directora de artes visuales del Centro Cultural Borges de Buenos Aires, sostiene que la presencia de un crítico es imprescindible en un proyecto de arte, y que “es muy difícil separar al crítico del curador”.

Fricción entre Curadores y Artistas:
Si bien es cierto que la practica curatorial independiente fortaleció la dinámica interactiva entre artistas y público durante las tres ultimas décadas, esta práctica también genero una serie de rozamientos.

El malestar hacia los curadores no es nada nuevo en los artistas. Se habla del “poder” de los curadores, que en muchas oportunidades ha afectado seriamente a los artistas al sentirse utilizados.

Ningún artista que haya tenido una formidable formación académica, puede tolerar la intromisión de un curador que con “sospechosa claridad dogmática determina que debe verse, mostrarse, colgarse o seleccionarse, por que esas cosas responden a intereses de mercados, de empresas o determinados núcleos de poder”. (Andrés Duprat, 2002).

La intromisión del curador puede tornarse manipuladora, sobre todo cuando existen propuestas en las cuales se pide a los artistas, obras sobre la base de cumplir una idea del curador. Esto da pie a que el curador termine siendo el artista del proyecto.

La facultad que tiene un artista más allá del propio oficio plástico, es el privilegio de ser “creativo”; un valor intrínseco e inviolable, que debe conservar sobre todas las cosas, mas aun en este tiempo tan complejo, tan contradictorio y subversivo. En ese sentido, los artistas no necesitas recetas fijas o mecánicas establecidas. Puede parecer presuntuoso si consideramos al artista como un ser capaz de crear sus propias reglas morales, intelectuales y materiales.

El curador debe mantener distancia y respetar el universo “creativo” del artista, saber hasta donde llega su labor; por lo tanto existen limitantes que el curador debe admitir. Reiterando lo que dijo el curador argentino Marcelo Pacheco (2002) en una conferencia, cerramos este artículo, que, estamos seguros, permitirá más de una conjetura: “No hay que olvidar que en el campo de la practica curatorial el elemento clave es el tema de la mirada, la mirada es voluntaria e instintiva y forma parte de una construcción cultural; por lo tanto, la practica curatorial debe estar articulada a esa noción de la mirada como algo que se tiene que construir a lo largo del tiempo”.

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