lunes, 7 de diciembre de 2009

LA ESTETICA DE LO ABSURDO EN EL PERU

Kenny Villar Azurín.
La desconexión del arte y la sociedad es un tema que siempre nos ha preocupado, las motivaciones reflexivas por asumir nuestra condición contemporánea del arte y la estética peruana son ínfimas. Desde siempre el grueso de la sociedad jamás estuvo en condiciones morales de completar los ciclos evolutivos del arte.

Partimos de un planteamiento crítico ante postulados estético-artísticos que a lo largo del siglo XX no han logrado aclarar la problemática esencial del arte en el Perú. Convencidos que la estética puede transformar el sentido social, esbozaremos una serie pruebas y tentativas simbólicas, como objetivo inmediato, para resolver un problema pertinente, la ausencia de una estética contemporánea que es una demanda que responde a nuestra necesidad sociocultural.

Comenzaremos por explicar lo que entendemos por estética. Consideramos a la estética, como el elemento sustancial que consolida la esencia del arte, cuyo proceso de aprehensión simultáneo, se determina en la estructura mental del hombre. La estética se fija en la memoria sin el menor juicio racional, es un aprendizaje que solo la intuición puede entender y categorizar apropiadamente. Dicha aprehensión define una particularidad en el hombre, la de complementar su esencia de ser.

Si nuestro país conserva una pluralidad y multiplicidad de sub culturas con estética propias, estas a la fecha no han llegado a estructurarse debidamente. La excesiva complacencia hacia lo vernáculo, tiene un origen político-mercantil más que sociocultural. Complacencia que responde únicamente a propósitos de interés, económicos y no así a intereses generales. So pretexto de evitar la “alteración moral” y cultural de los distintos grupos sociales, temor a la perdida de espacio, la alineación o la desidentificación, y un sin fin de taras, se han convertido en el escollo de la “integración socio cultural” en el país.

En efecto al problema se le presenta como una natural resistencia hacia el cambio y la evolución dentro de la sociedad. Existen diversas teorías, practicas políticas y juegos lúdicos de carácter contemplativo que viene fortaleciendo las mentes colectivas a base de “sustanciosas mitologías” de carácter nostálgico, que ha frustrado todo intento de cambio, llegando a desacreditar la necesidad de transformación y el valor de procesos pragmáticos y científicos.

De hecho no todas las regiones del interior del país añoran su pasado como sustento identitario, dentro de esa minoría lo encontramos a Apurimac, una región joven, que tiene una vasta población emergente, donde más del sesenta por ciento son jóvenes que han apostado por desarrollarse en las distintas universidades, considerando su capacidad moral y creativa como principales recursos humanos. Esta región ha sabido desarrollar una estética propia, en distintas disciplinas y géneros expresivos, pero como muchas otras regiones del país, no ha logrado fundamentar su sentido esencial en el marco de una construcción identitaria, mediante una estética contemporánea.

Al margen de la variopinta y “sustanciosa” pluralidad social de nuestro país, nosotros percibimos solo dos estructuras esenciales en el país. Dos fuerzas que se contraen y extraen constantemente. Una centralista, conservadora, y otra mayoría de carácter populista y emergente; pero ambas hibridas y descuajadas. Pese a la resistencia de una y otra fuerzas, la natural influencia se impone innegablemente, alterando de este modo, particularidades remarcadas, que definen sus estilos y maneras de admitir el conocimiento, sus modos de asumir la vida y sobrellevar la “estética”.

Consideramos necesaria esta multivalente observación. Si bien es cierto que la estética es un soporte, para evaluar estructuras mentales en sus distintas esferas y dimensiones históricas, también permite entender el carácter y la identidad social del hombre.

Planteado el arte como aquella expresión que surge ante una necesidad consciente o inconsciente del hombre, creemos que la estética se encuentra inmersa en el. También asumimos que las categorías estéticas deben de responder a procesos de abstracción y percepción voluntaria, su consagrada idealización debe de sustentarse en el conocimiento y la experiencia simultáneamente. Lo que significa que el valor estético del objeto artístico se evalúa en función de un juicio, experiencia que valida la autonomía psíquica. Pero la práctica nos demuestra claramente la inexistencia de esta experiencia, porque esta sociedad se resiste al cambio.


CRISIS DE LA POLITICA ESTETICA:
Al enfrentarnos a la globalización en nuestro medio peruano y apurimeño, la ausencia de estética y la falta de criterio en crearla, son las que vienen destruyendo la dirección y el sentido del hombre y la sociedad. La necesidad de sobrevivencia se ha convertido en la única aspiración del hombre, una voluntad primitiva, consecuente y circular. El hombre peruano reducido a lo domestico debido a su heredada inercia. El “ciudadano” pareciera que no sintiera la necesidad por crear un orden estético, que permita un loable sustento discursivo, que demarca una identidad visual a través de simbologías artísticas actuales. No existe el menor escrúpulo por no desarrollar la creatividad como proceso complementario, vinculado a las necesidades profesionales y aspiraciones progresistas.

En nuestro medio la gran mayoría de las expresiones “artísticas” apenas pueden cualificarse de vernáculas, cuya evaluación, acaso pueden servirnos como soporte en la construcción de una “estética contemporánea”. Considerando que el arte es influyente en cada actividad humana, tratare de exponer otra observación del comportamiento político ante la estética en nuestro contexto.

Nadie condena la apertura de la “estética populista”, que se ha convertido en el soporte de una política de contención de los sentidos mayoritarios, que ha llegado inclusive a atrofiar los gustos de la clase media de manera criminal. Situación sostenida desde una política de contención, bajo criterios y patrones que la “antropología” y la “sociología” temen explicar.

El imaginario colectivo conserva una estética programada, precondicionada, que son promovidas desde distintas esferas y medios estratégicos, como el poder político, los centros académicos y los medios de comunicación masiva. Una “estética populista” dogmatizada, agudamente reivindicativa y fuertemente sostenida por intelectuales de tinte provincianista.

“…los sectores populares…se guían por una “estética pragmática y funcionalista”, impuesta “por una necesidad económica que condena a las gentes “simples” y “modestas” a gustos “simples” y “modestos”; el gusto popular se opondría al burgués y moderno por ser incapaz de independizar ciertas actividades de su sentido practico y darles otro sentido estético autónomo”. Canclini p. 41

¿Es posible que una sociedad con una profunda raíz histórica, pudiera haberse degenerado con la incursión occidental?, solo un dogmático puede afirmar descabelladamente esta interrogante. En un inicio creemos que si lo hubo, no obstante, nadie puede negar que la relación de interdependencia que existió entre la cosmología y el tratamiento artístico del hombre autóctono, fueron uno de los pilares en el desarrollo de su estética, pero, sostener su alteración degenerativa en el descendiente indígena (actual), nos parece una rotunda equivocación, que rechazamos desde todo punto de vista. Es aun irrisible sostener que la modernización contribuye en este retroceso.

Las prácticas políticas sobre las artes y la estética, han cambiado desde la incursión europea, no obstante el sincretismo en sus diversos grados han influenciado en el comportamiento de la sociedad peruana, que a estas alturas del tiempo no deben figurarse como un peligro, por el contrario han creado una “estética mestiza” que jamás se ha logrado evaluar y categorizar su esencia de manera critica, la importancia de su funcionalidad dentro de los confines socio culturales.

DE LA EXPROPIACION A LA IMPOSICION DE LA ESTETICA DOMINANTE:
¿Hubo un fracaso estético en el Perú? Si así lo fuere, la situación de ese fracaso en nuestro medio se despliega más allá del estatus económico, cultural y político. La insustancialidad de las propuestas culturales, la expropiación de manifestaciones vernáculas, ¿acaso no son síntomas de esa constante desilusión que totaliza la sociedad actual?

La inescrupulosa expropiación de “manifestaciones artísticas” en nuestro medio vernacular por ejemplo, que no solo responden a intereses económicos o políticos de unos pocos, sino a la ausencia de un soporte cultural en la sociedad. En ese sentido la ansiada necesidad por querer ser, en la mayoría colectiva, no son otra cosa que una lucha tenaz por la admisión de símbolos; demandas que responden a necesidades precondicionadas.

La institucionalidad también esta gobernado por una mentalidad medieval ¿acaso no es claro la apuesta por el folklorismo, único recurso que afirma la cultura “moderna” en el país, en una sociedad cuya estructura mayoritaria se cuña en el umbral tradicional, factor evidente para darse cuenta de que la gente no piensa, y que solo espera que otro afirme sus gustos estéticos, expropiarse de recursos estéticos y pasarla como suyo y lo peor no son capaces de evaluar si esa acción es o no antiético?

Proponemos un juicio preciso, en aquello que llamaremos “estética dominante”. Fenómeno que nosotros lo configuramos como un compuesto híbrido que surge en la capital, después de la reforma agraria, es decir a partir de la década de los ochenta, producto de la migración masiva del país. La “estética dominante” ha venido tejiéndose como soporte identitario de una confundida masa de “emergentes urbanos”, incapaces aun, por desarrollar y evolucionar referentes estéticos propios. Gente que se ha valido de motivaciones ingenuas, signos y símbolos exportados desde sus comunas, que al ser sincretizadas fueron alterándose hasta alcanzar gustos compatibles.

La “cultura chicha” por ejemplo, es una de esas manifestaciones urbanas que formo parte de aquella “estética dominante”. En ese sentido, Lima se había convertido en el epicentro de una nueva cultura, que lentamente fue propalándose ante la aceptación de la mayoría social del interior del país, si o si, bajo impulso políticos, promovidos por los medios de comunicación masiva, de manera estratégica, so pretexto de “reivindicar” a las grandes mayorías, no sin exponer su gravedad y soterrada intención.

Finalmente, la cultura chicha, rechazada en un inicio por los “conservadores” y la “estética dominante” se habían convertido en herramientas básicas para controlar, rebajar y desacreditar la sensibilidad colectiva, que afecto seriamente a aquellos espíritus progresistas de clase media provinciana.

Desde los ochenta y con rigor en los noventa, se contamino las mentes de nuestros jóvenes a base de la más abominable y morbosa intención, que llego a su clímax durante el régimen de Alberto Fujimori. Convertido ya en un soporte mayoritario de estructura circular, la “estética dominante”, se desconoció la evolución del sentido crítico, ya que su estructura intrínseca siguió siendo obscena y vulgar que ha rebajado a la sociedad peruana al más execrable folklorismo, hasta la actualidad. Una sociedad incapaz de desarrollar propuestas sobrias, inteligentes, fraternales y competitivas, en bien de una demanda justa y humana.

A ello se suma el resguardo de la mediocridad cultural a partir de las “institucionalidad”. Esta demás condenar a la generación de anticuados que se han convertido en los referentes estéticos y resguardo intelectual del Perú contemporáneo. Se trata de un grupo tradicional, que proceden de la segunda mitad del siglo XX y que a la fecha disponen el “que hay que hacer”, en niveles culturales e intelectuales. Cuya política direccional es eminentemente patriarcal y “moral”, que solo han incrementado una dependencia insustituible en la mayoría colectiva, una generación de vetustos que vienen contaminando las mentes jóvenes, a base de teorías recicladas, encubiertas por la parafernalia de la prensa nacional, la iglesia, el Estado, y la complicidad de la inútil intelectualidad provincianista (chauvinista y folklórica).

La imparcialidad formativa de nuestros profesionales y políticos del interior del país, son males necesarios que a lo largo de la historia del siglo XX han favorecido la acción de las políticas culturales, limitando cualquier intento de desarrollo estético y socio cultural.

La “estética dominante” no ha llegado a suprimir el culto a lo popular ni mucho menos a la “cultura tradicional”, la práctica de la industrialización de bienes simbólicos, en palabras de Néstor García Canclini, reubica el arte y el folclor, el saber académico y la cultura industrializada, bajo condiciones relativamente semejantes, vulgarización de gustos colectivos.

Otro modo como se presenta la “estética dominante” durante las celebridades y aniversarios de centros académicos y universitarios, una multitudinaria caravana de estudiantes suelen salir a los escenarios públicos disfrazados de folklóricos, luciendo trajes y adaptando vivencias indígenas, ridiculizando sus festividades rituales y en el colmo de su presencia, con el supuesto propósito de resguardar una “identidad local”, cuando en si se trata de una expropiación estética, que solo responde a una cosa; crisis mental, tema que mas adelante explicaremos en detalle.

LA CRISIS FORMATIVA EN EL ARTE PERUANO:
¿Que fuerzas son las que impulsan a las sociedades a un vuelco revolucionario, es preciso afirmar que la modernización económica define la modernización sociocultural?

Considerando que existen fuerzas extra culturales que inciden de manera directa en toda política cultural, como el mercado y las decisivas fuerzas que definan la autonomía artística. “El arte no es solo una cuestión estética: hay que tomar en cuenta como se le va respondiendo en la intersección de lo que hacen los periodistas y críticos, historiadores y museógrafos, marchands, coleccionistas y especuladores”. Ibid p. 18

Las sociedades emergentes del país, si bien es cierto que se están desarrollándose económicamente, lo están haciendo bajo formas convencional de explotación, esto implica afirmar que son muy pocos los peruanos modernos que se empecinan en pensar en términos modernos.

El Perú no conoce la vanguardia, jamás la reviso y asumió en sentido critico, solo una minoría dominante gozo de ese privilegio, durante el siglo XX. Acaso no podemos darnos cuenta en los artistas plásticos provincianos que muy aparte de no saber manejar el color insisten con temas folklóricos y medievales. Si eso es así, es muy evidente que la estructura mental del peruano actual se encuentra en esas mismas condiciones.

Existe otro dilema en sociedades fracturadas del sur peruano, donde la presencia indígena es superior, allí el citadino ha adoptado la estética occidental, no obstante defiende su cultura autóctona, mitificándola en base a argumentos falsos, en el peor de los casos teatralizado de un anclado marxismo y fusionadas de teorías fundamentalistas.

Profesionales de la “plástica”, que manejan muy mal la estética occidental y desconocen la estética autóctona casi en su absoluto. Una conducta que solo responde a una resistencia chauvinista y brutal, y no hay forma ni modo de cambiarlos, por que son dogmatizados desde una edad muy temprana, incrementando de este modo la enfermedad de la sociedad en su conjunto.

Si por un lado se presentan la realidad en ese modo por otra la modernización y democratización apenas abarcan una minoría dominante, pese a que los peruanos nos encontramos en el siglo XXI. ¿Es posible impulsar la modernidad cultural cuando la modernización socioeconómica es tan desigual en nuestro país? Néstor García Canclini, afirma que algunos historiadores del arte concluyen que los movimientos innovadores en Latinoamérica durante el siglo pasado, fueron unos “transplantes” e “injertos”, desconectados de nuestra realidad.

Sin ser fatalista podemos decir que estos actores (pluriculturales del interior del país) tienen desde ya una percepción totalmente reducidos respecto a las artes contemporáneas, por que no admiten el sentido de la academia, se sienten forzados por ser académicos o profesionales. Existen razones que limitan el desarrollo de la estética, no es solo la ausencia de infraestructura formativa, es también la resistencia socio cultural, en consecuencia podemos admitir que la estructura mental del estudiante, se encuentra distante de las formas elementales de sensibilidad modernas. (*)

(*) No es vano a que las comunidades indígenas del altiplano prefieran tomar el comercio ambulatorio a seguir estudios académicos, comerciar es la mejor elección y no creo que lo hagan por que sean concientes de la deprimente realidad universitaria, ellos han asumido el mercado capitalista a su modo primitivo, admiten el modernismo a su modo, acumular bienes y competir los agasajos durante sus fiestas paganas y/o sagradas; un valor inconmensurable del sentido de sus vidas, que solo ellos entienden.

Esto determina a cabalidad el porque de su espíritu pasivo y dependencia. El medioevo o aquel que piensa de modo tradicional, automáticamente no es competitivo, mucho menos impulsivo, por que no necesita serlo. Por lo tanto están lejos de determinar una autonomía psíquica.

Solo una minoría goza de la autonomía psíquica en la sociedad, porque en los centros de enseñanza escolar y superior no se enseña a pensar o desarrollar los sentidos (en términos radicalmente occidentales). Por lo tanto la desconexión entre el arte y la sociedad significa el desconocimiento y la importancia estética en el reconocimiento del lenguaje simbólico “propio”. El “tecnicismo profesional” se ha convertido en el único medio, que apenas cubre la necesidad del oficio. Oficio como medio miserable para sobrevivir, cuando la realidad global nos brinda laudables oportunidades para poder complementar nuestro conocimiento por voluntad propia. En ese sentido la política de contención aplicada desde la institucionalidad, solo rebaja el sentido humano de las generaciones nuevas hacia el consumo de bienes simbólicos de carácter degenerativo.

De existir una lucha por sobreponer una particular estética es muy evidente en el Perú, ese es el caso de las distintas manifestaciones folklóricas actuales. Conforme el mercado se va incrementando y estableciendo en las distintas provincias del país, subliminalmente introducen nuevas estéticas. En ese sentido, los peruanos nos encontramos ante dos puntos extremos de introducción cultural. Por un lado la “estética dominante” promoviendo basura cultural desde la formalidad y por el otro la demanda natural (ingenua) eminentemente informal hacia lo nuevo. Dos fuerzas al que debemos poner coto radicalmente.

La historia del arte peruano nos ha demostrado que la inconsecuencia y la improvisación de ideas, redujo el planteamiento artístico a un absurdo y a lo que somos. Esta realidad requiere de un desarrollo urgente de proyectos colectivos, que tenga un fin único, la conquista del espacio perdido. En ese sentido invocamos acabar de una vez por todas con la vieja contemplación y lucubración dogmática del arte y la estética.